Vivimos una vida simple, según el Evangelio de Jesucristo, acogido y vivido sin tantas discusiones y comentarios. En el Evangelio están contenidas todas las leyes del espíritu puro que nos conducen a Cristo y, a través de él, al Padre en el Espíritu Santo.
Los modelos de nuestra vida son:
1)la Santa Familia de Nazaret;
2)San Francisco y Santa Clara de Asís y su espiritualidad, tal como se resume en la Regla y Vida de los Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden Regular, aprobada por el Papa San Juan Pablo II.
El propósito de nuestro camino nos obliga a vivir nuestra vocación con seriedad. No podemos, pues, pertenecer a Cristo y ayudar a otros a pertenecerle, si nos comportamos de una manera superficial, como se comporta la mayoría de la gente. Es necesario un camino serio y responsable que despierte y involucre todo nuestro ser. Para ello queremos reflejarnos en los grandes ejemplos de santidad de la Iglesia: María Santísima, San José, los ángeles, los santos, y todos los hombres virtuosos y nobles de espíritu.
Con este fin, hemos identificado algunos puntos que son pasos necesarios en nuestro camino:
1)la ofrenda de nuestra vida a Jesús a través de María Santísima, nuestra Madre Inmaculada. Ofrecemos la vida a Jesús para que él la gobierne y la transforme. La ofrecemos a través de la Madre Inmaculada que está perfectamente unida al Hijo, y que ya es criatura nueva. Nadie mejor que ella puede ayudarnos a estar unidos a Cristo; (Rm 12,1-2)
2)la consagración al Corazón Inmaculado de María y al Corazón ardiente de San José, que se dan a la humanidad en estos tiempos como instrumentos sublimes. Ellos nos transmiten la maternidad y paternidad de Dios y nos protegen de una manera especial. Un gran ejemplo de consagración al Corazón Inmaculado de María y de la devoción a San José, custodio del pueblo de Dios, nos lo ha dejado el Papa San Juan Pablo II ;
3)vivir dignamente la Eucaristía, Misterio pascual, en comunión con la Liturgia celestial y el Cuerpo Místico de Cristo. Esto significa participar activamente a la muerte de Jesús, muriendo a toda forma de egoísmo, y a su resurrección venciendo el mal para vivir una vida nueva. Como miembros del Cuerpo Místico de Cristo, estamos llamados a vivir en comunión universal; (Ef 5,1-2)
4)rezar y crecer en la vida de oración para estar místicamente unidos a Cristo; (Fil 1,20-21)
5)vivir entre nosotros y con la Iglesia universal en el Espíritu de Cristo, lo que significa renunciar a toda forma de egoísmo. Dice San Pablo: "Vosotros, no viváis así: os dejáis guiar por el Espíritu, porque el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu que Cristo nos ha dado, no le pertenece"; (Rm 8,9)
6)vivir según las tres leyes que son cardinales en el Reino de los cielos: ofrenda de la vida, ser inmaculados-íntegros y la comunión universal. Esto significa que en la nueva creación la comunión universal será plenamente vivida; ésta se alcanza dando la vida en Cristo el uno por el otro de forma sincera e irreprochable; (Ef 1,4)
7)no permitir que ninguna criatura ni ningún evento nos separe de Cristo Salvador; (Rm 8,37-39)
8)dar testimonio de nuestra experiencia a todas las personas de buena voluntad, para comunicarles la vida de Dios y ayudarles en su camino. (Mt 10,32-33)
Dios nos comunica su vida si lo queremos:
"Judas (no el Iscariote) le dijo: “Señor, ¿por qué te das a conocer a nosotros y no al mundo?” Jesús le respondió:"El que me ama, pondrá en práctica mi palabra, y mi Padre lo amará. I vendré con mi Padre, y habitaré en él. Quien no me ama, no pone en práctica lo que digo. Y la palabra que habéis oído no viene de mí sino del Padre que me ha enviado."(Jn 14,22-27)
Entre las muchas cosas que nos han sido reveladas en los años, nos ilumina especialmente este texto, que se refiere a la vida del pueblo de Dios que es la Iglesia:
"Lo que mueve la Iglesia es la vida de la Santísima Trinidad, una vida que se comunica continuamente por medio del Espíritu Santo y está presente en los sacramentos. Partiendo de esta vida, la asamblea de los creyentes puede definirse como Iglesia; de lo contrario resulta ser una asociación, como otras muchas que trabajan a favor de la humanidad. Pero la Iglesia no es un conjunto de personas que se asocian para perseguir un propósito útil; tampoco es una fundación noble que mantiene viva la memoria de su fundador Jesucristo, mediante obras virtuosas. Menos aún la Iglesia es un centro de poder, como por desgracia ocurre en muchos casos; el único poder que reside en la Iglesia es el de la gracia, que no crea organismos y jerarquías, sino que se distribuye por igual entre todos los miembros, según la originalidad de cada uno, para la edificación de todos.
La Iglesia no es una pueblo de súbditos de un monarca; es el pueblo santo de Dios, engendrado por el Sacrificio de la cruz, alimentado por el Sacrificio del altar, santificado por obra del Espíritu Santo. Todo lo demás puede ser bello y útil, pero no necesariamente santo y divino. No todo lo que se hace en nombre de la Iglesia puede llamarse Iglesia".
Nosotros experimentamos y testimoniamos todo esto. Creemos que es hora de que la Iglesia de la Tierra salga de su geocentrismo y eleve su mirada hacia el universo.